lunes, 29 de octubre de 2012

JACQUES VALLEÉ




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En estos días en los que la Red está multiplicando tanto la cantidad como la calidad de la información, es de esperar que nuestros mitos sufran una renovación radical.

Uno de los discursos que ha ido generándose durante el siglo pasado y que está solidificando de forma cada vez más persistente en el imaginario colectivo es el de la visita a la Tierra por parte de seres extraterrestres. El mito se ha hecho de proporciones gigantescas y los rumores van desde la existencia de bases subterráneas donde se experimenta para obtener híbridos humanos/extraterrestres hasta la construcción por parte de los militares de áreas restringidas en donde se intentaría reproducir la tecnología aeronáutica alienígena.

El mito de la intervención ET se ha convertido en una suerte de ortodoxia dentro de la ufología —la disciplina que estudia los Objetos Volantes No Identificados—. Fijáos que el acrónimo OVNI implica 1) que el Objeto Vuela y 2) que No está Identificado. Lo de extraterrestre es tan sólo una hipótesis.

En “Interesantes Especímenes Humanos” analizaremos la perspectiva del ufólogo francés Jacques Valleé, la cual dota al fenómeno OVNI de unas implicaciones de una riqueza impresionante. Estas ideas le han convertido en una suerte de “hereje entre los herejes”, como a veces se autodenomina. 

    "Aunque me encuentro entre aquellos que creen que los OVNIs son objetos físicos reales, no pienso que sean extraterrestres en el sentido ordinario del término. Desde mi punto de vista presentan un excitante desafío a nuestro mismo concepto de realidad."

Efectivamente: otro hereje metafísico de visión psicotrónica. 


La Metafísica y la Batallita
Valleé es de todo menos un excéntrico. En realidad es un respetado científico educado en París en el campo de la astrofísica, quien más tarde se especializaría en el campo de la computación: fue uno de los desarrolladores de DARPA, la red informática militar predecesora de Internet.

El interés por los OVNIs de Valleé surge mientras trabaja en un observatorio, a raíz de haber presenciado como sus colegas astrónomos destruían el registro de los datos concernientes a objetos comportándose de forma anómala. Como en todas partes, entre la gente de conocimiento que no descarta el estudio de las anomalías hay de todo: gente que confunde el narcisismo con lo de ser un diletante, gente que directamente no desentonaría en un frenopático y además (sorpresa) gente seria.

Valleé es de estos últimos, y además hay que remarcar que ha sido alguien que ha pasado una parte considerable de su vida haciendo trabajo de campo. Si Valleé se ha convencido de la existencia física de los OVNIs y de la realidad del fenómeno del contacto ha sido porque ha visitado numerosos lugares de avistamiento, ha realizado pruebas científicas sobre estas localizaciones y ha escuchado a centenares de testigos.

Cuestionando la Hipótesis Extraterrestre
Valleé se siente en la ufología un poco como en política: eres de derechas o de izquierdas, en el estudio de los OVNIs o piensas que nos visitan naves extraterrestres o piensas que todo el asunto OVNI es una gran pila de mierda.

Habiendose convencido de la realidad del fenómeno, y por lo tanto descartando lo de la gran pila de mierda, Valleé también se opone a la hipótesis extraterrestre (HET), según él porque no es lo suficientemente extraña como para explicar todos los hechos.

Las principales objeciones a la HET que propone son:

1) Se trata de un fenómeno masivo: hay demasiadas experiencias de contacto como para pensar que una pequeña flota de exploradores investiga discretamente las características de nuestro planeta. Según los cálculos de Valleé estaríamos hablando de unos tres millones de casos en el espacio de dos décadas.

2) La conducta de “los visitantes” contradice la idea de que estén llevando a cabo experimentos médicos, genéticos o científicos. Simplemente existen en la Tierra métodos más sofisticados que los que aparecen en los episodios de contacto.

3) La apariencia de estos visitantes es la mayoría de las veces humana: respiran nuestro aire y exhiben patrones emocionales reconocibles. Esto, según Valleé, no solo hace dudoso su origen extraterrestre, sino que implica que los operadores no están haciendo uso de la ingeniería genética para optimizar la misión, algo que debería hacerse en caso de viaje interestelar.

4) Tanto los aparatos como sus ocupantes se comportan de una forma bizarra con respecto a la física que conocemos: son capaces de materializarse y dematerializarse, pero dejan huellas físicas. Desde luego, si son naves extraterrestres no se comportan de una forma parecida a cualquier noción de aeronáutica que podamos tener los humanos a día de hoy.



Magonia
Magonia era el nombre del lugar de procedencia de cuatro individuos que estuvieron a punto de ser apedreados en Francia en el siglo IX por brujos. La gente llegó a este tipo de sospecha debido a que los individuos salieron de una “nave de nubes”. La historia la registró el Arzobispo Agobardo de Lyons, y constituye uno de los numerosos episodios de contacto del que hace cuenta el folklore de todos los tiempos.

De hecho, y como señala Valleé, lo dificil es encontrar alguna cultura en la que NO se haga mención a pequeñas criaturas que vuelan por el aire y que abducen humanos. Estas experiencias a menudo incluyen el traslado de la víctima a lugares esféricos iluminados en los que se somete al sujeto a operaciones con sus órganos internos o viajes astrales a paisajes desconocidos, intercambios sexuales, interacción genética o incluso distorsiones espaciotemporales.

Algunas de las luminarias que han tenido este tipo de contactos incluyen a Paracelso —el primer cirujano y el primer médico que propusiera la existencia de los mecanismos de infección—, al filósofo Facio Cardan o al mismo Goethe.

OVNIs Psicotrónicos
Otro de los aspectos que la ortodoxia ufológica suele dejar de lado es el de la presencia de fenómenos psíquicos durante las experiencias de avistamiento y contacto, tales como experiencias fuera del cuerpo, precognición, telepatía e incluso curaciones espontáneas.

Las vidas de los sujetos que experimentan este tipo de contactos suelen cambiar profundamente, e incluso se da en ellos la aparición de talentos inusuales, así como una ampliación de las facultades cognitivas: una expansión de la consciencia.

Muchos de los avistamientos están precedidos de fenómenos como zumbidos, hormigueos en el cuerpo, sensaciones de parálisis, de ligera somnolencia, o incluso una intensa luz brillante, multicolor, acompañada de sonidos extraños que anteceden a la experiencia y que la dota de cierta calidad hipnagógica. Compárese esto con la fenomenología de los estados alterados de consciencia generados por la DMT, y la hipótesis psíquica adquiere un mayor grado de solidez. Terence Mckenna propuso establecer un vínculo entre la experiencia OVNI y la chamánica.

Metasistema imaginario
Si fuese posible hacer hologramas tridimensionales dotados de masa y proyectarlos a través del tiempo, yo diría que esto es lo que vio el testigo.

Valleé admite no tener ni idea de lo que son los OVNIs; algo que no puede desde luego decirse de la mayoría de voceros de la contracultura OVNI. Sin embargo la hipótesis que ofrece es sugerente: el fenómeno OVNI consistiría en un mecanismo de control espiritual —control en el sentido de “regulación”— que actuaría sobre la imaginación de los seres humanos.

Según Valleé, los OVNIs no serían sino una proyección de algo que escapa a nuestro entendimiento. De forma similar, cuando vamos al cine estaríamos tomando como real la película que se presenta ante nuestros ojos cuando en verdad existe una realidad más profunda: la cabina de proyección. Esto es paralelo a algo que McKenna solía decir, siendo todavía más inquietante saber que lo escuchó en boca de una entidad durante un trance con sustancias psicotrópicas:

Discutí todo esto una vez con una entidad, y me dijo: “Bien, en realidad nos disfrazamos de una invasión extraterrestre para no alarmar a la gente con lo que realmente está pasando”.

Esta cualidad imaginaria se ve de alguna forma respaldada por el hecho de que muchas veces los avistamientos o los encuentros toman la forma del contexto cultural en el que se presentan; en siglos anteriores se presentaba como ángeles; más tarde como duendes o brujos; a principio de siglo existen avistamientos en los que se muestran como miembros de la aviación, y a medida que nuestro desarrollo tecnológico se ha visto disparado aparecen como seres del espacio exterior.

La línea de pensamiento en la que se tiene en cuenta la cualidad imaginaria de los OVNIs fue propuesta por Carl Jung.

De hecho el investigador francés Bertrand Meheust ha establecido un paralelismo entre la simbología que los abducidos contemplan durante la experiencia OVNI y la que se da en los viajes astrales que incluyen los rituales de iniciación de numerosas culturas. Meheust además ha recopilado un gran número de historias y arte pictórico de ciencia ficción que describe toda la imaginería de los OVNIs durante el periodo de 1880-1940, esto es, mucho antes del primer avistamiento de OVNIs por parte de Kenneth Arnold, a quien se suele considerar como la persona que acuñó el término platillo volante, aunque de hecho existe una descripción de estos objetos como “enormes platillos” que data de 1875 y otra todavía más antigua del año 1180, en la que se habla de una “vasija de arcilla”.


Diálogo para besugos
Otra de los aspectos del fenómeno es el tono muchas veces absurdo de las experiencias y comunicaciones que mantienen los humanos y los ocupantes de los OVNIs. En estos momentos estoy pensando en un contactado, El Penumbra, quien decía haberse acostado con extraterrestres con tres tetas.

El fenómeno, dice Valleé, toma este cariz absurdo y construye contradicciones aparentes porque pretende transmitir verdades que van más allá del nivel semántico, de forma similar a los koanes del Zen. Servidor todavía sigue dándole vueltas a la verdad que pueda encerrar el hecho de acostarse con extraterrestres con tres tetas, pero sospecho que debe ser alguna ley universal todavía no enunciada por la física moderna sobre la importancia de las tetas en el principio antrópico.

De alguna forma, dice Valleé, el fenómeno busca autoinvalidarse, porque de hecho así es como tiene que actuar para poder implantar dudas sobre las asunciones básicas de una cultura: debe proyectar una imágen más allá de las creencias que genere una tensión entre la credulidad de los fanáticos y la estrechez de miras de los debunkers. En este sentido, el fenómeno se comportaría como una especie de trickster, una figura que se halla desprestigiada en nuestra cultura.

Conspiranoia: ¿entonces el Roswell qué?
Valleé tiene otra faceta que lo convierte en una especie de artista total de la ufología. Como hemos dicho, Valleé es un hombre de acción y ha estado muy en contacto con toda la escena ufológica y con sus principales protagonistas.

La visión que tiene Valleé de esta escena es desesperanzadora: un montón de fanáticos incapaces de cuestionarse sus creencias junto con otro montón de investigadores, en su mayoría aficionados, buscando afianzar sus propias creencias, como Stanton Friedman con sus poco críticas aproximaciones a los casos de Betty Hill o de los documentos Majestic 12. Valleé es tajante ante el uso de la hipnosis con abducidos y ante el hecho demostrado de que el hipnotizador puede implantar sus propias creencias en el sujeto.

Por otra parte, a Valleé se le han intentado jugar en varias ocasiones, y ha sido testigo de como respetados investigadores se han visto desacreditados por haberse visto mezclados en juegos en los que pueden olerse la huellas de los servicios de inteligencia, y que tienen que ver con tácticas de desinformación.

Como hace notar Valleé, gran parte de los whistle-blowers han estado en contacto directo con organismos oficiales como el ejército o las agencias de inteligencia. William Cooper, por ejemplo, sirvió en la Marina. Bill Moore, quien desclasificó los infames documentos Majestic 12, admitió haber trabajado como agente gubernamental en los servicios de inteligencia. John Lear trabajó como piloto para la CIA.

En Revelations, Valleé da buena cuenta de sus encuentros con estas personalidades, y los retrata a todos de forma similar: no cree que estas personas sean mentirosas; al contrario, cree que están convencidos de que saben la verdad. Sin embargo, el sentimiento de urgencia con el que transmiten lo que creen saber —y que es contagioso— les ciega a la hora de plantearse, por ejemplo, que podrían ser víctimas de un engaño, y que se les podría estar utilizando para la creación del mito de la HET.

¿Por qué pretenderían los organismos oficiales generar falsas creencias? Valleé es consciente de que no puede hacer otra cosa que no sea especular, pero su lógica es aplastante: insertando dentro de la comunidad ufológica elementos de desinformación para hacerla adoptar creencias absurdas, se consigue desacreditar este movimiento a ojos del público general, y por lo tanto el estudio del mismo quedaría en manos de estos organismos; ningún académico querría arruinar su reputación persiguiendo hombrecitos verdes. ¿Los motivos? Quién sabe: quizá haya un estudio en alto secreto sobre el fenómeno OVNI y quiere protegerse. Quizá se trata del uso de este fenómeno para mantener el secreto sobre la experimentación de prototipos aeronáuticos de alta tecnología. Quizá, pretenda usarse el mito extraterrestre para agendas políticas.

No sería a primera vez que algo así ocurre: por ejemplo, durante la guerra en Vietnam y las Filipinas las tropas recibieron órdenes de llevar a cabo tácticas de contra-inteligencia que incluían la utilización de elementos mitológicos como fingir vampirismo para impresionar al enemigo.

Cultos OVNI
Otro de los fenómenos hacia el que se mostró crítico fue el de los cultos platillistas que han ido surgiendo durante la segunda mitad del siglo pasado, y que cuentan con más adeptos de lo que se piensa. El incremento en el número de estos cultos podría deberse a la negativa por parte del estamento científico de llevar a cabo un estudio sobre el fenómeno, arrastrando a muchos testigos sinceros a falta de otra alternativa. A otro nivel, la negativa ante la inclusión de elementos irracionales dentro del discurso científico no haría sino potenciar esta tendencia.

En su libro Messengers of Deception —que fue de algún modo profético adelantándose en varias décadas a los famosos suicidios colectivos en la secta Heaven’s Gate— Valleé traza conexiones entre algunos contactados seminales como George Hunt Williamson o George Admaski con William Dudley Pelley, una figura de la escena neo-nazi estadounidense.

Valleé no da respuestas definitivas en cuanto a quienes pueden ser y qué pretenden los manipuladores, aunque suele inclinarse ante una intervención humana, en contraposición a otros ufólogos como Salvador Freixedo o John Keel que proponen la intervención de entidades psíquicas de otras dimensiones.

Lo que sí hace es plantear las consecuencias sociales que podría tener la expansión de este tipo de cultos:

1) el ensanchamiento de la distancia entre el público y el estamento científico.

2) la adquisición de hábitos de sumisión ante fuerzas externas típica de las religiones y que reducen la autonomía del individuo.

3) una pérdida de atención hacia asuntos terrestres que podría hacer manipulables a los seguidores de estas sectas.

4) la propuesta implícita de una unificación planetaria que podría tener fines autoritarios.

5) la creación de una nueva religión a nivel global que viniese a suplantar la decadencia de las instituciones religiosas tradicionales.


Valleé pensó una vez que la ciencia era suficiente, que llegaría el día en que la ciencia reescribiría nuestro código. 
“The Invisible College” acaba con la confesión de que ya no poseé dicha fe. La ciencia no puede aportar la clave de nuestra crisis psíquica. Su compromiso estricto con un método que solo reconoce objetos le impide siquiera admitir la presencia de fenómenos psíquicos, los cuales son sujetos y objetos al mismo tiempo. 
¿Como puede un método que niega la realidad del sujeto estudiar las cualidades mágicas y místicas de dicho sujeto?. La respuesta es simple: no puede. Tampoco, dice Valleé, hallaremos la respuesta “en un documento secreto de Washington”. La solución a nuestra crisis psíquica, sugiere en las últimas líneas del libro, “yace donde siempre ha estado: en nuestro interior. Podemos acudir a ella siempre que queramos. O lo que es lo mismo: la solución se halla fuera de los parámetros presentes del método científico y yace en el misterio fundamental de la consciencia humana, en el sujeto que produce la ciencia. Yace en nosotros”.


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